«Cluny representó el alma de una profunda renovación de la vida monástica»
El monaquismo occidental, que floreció algunos años antes con san Benito, había decaído mucho por diversas causas: las inestables condiciones políticas y sociales debidas a las continuas invasiones y devastaciones de pueblos no integrados en el tejido europeo, la pobreza difundida y sobre todo la dependencia de las abadías de los señores locales, que controlaban todo lo que pertenecía a los territorios de su competencia.
San Benito de Aniane, el «Segundo Benito», era consciente de que los monjes negros no podían seguir sustentándose a sí mismos simplemente con el trabajo físico en las instituciones monásticas que había concebido en el año 817 para gobernar todos los monasterios carolingios.
La Orden de Cluny es una reforma de la Orden Benedictina. Fue creada hace 1.100 años, el 11 de septiembre de 910 cuando Guillermo I el Piadoso, duque de Aquitania, donó la villa de Cluny al papado para que fundara en ella un monasterio con doce monjes bajo la guía del abad Bernón. Bernón estableció la observancia de la regla de San Benito de Nursia, reformada por Benito de Aniane, respetando, no obstante, las directrices de los monasterios. El monasterio se situó en Mâconnais, en Saona y Loira. La donación hecha por Guillermo I no es gratuita, pretende obtener la protección y la garantía de la Santa Sede dado que su poder era muy escaso. Guillermo I el Piadoso intentó evitar su control por los laicos. En la carta de la fundación de la abadía se establece la libre elección, por parte de los monjes, del abad; un punto de suma importancia en la orden benedictina. La carta condena gravemente a los que transgredan este artículo. Bernón murió en 926 tras una vida dedicada a la expansión de la Regla por numerosos monasterios.
Cluny representó el alma de una profunda renovación de la vida monástica, para reconducirla a su inspiración original, un movimiento de gran importancia en la Edad Media, que restauró la observancia de la Regla de San Benito con algunas adaptaciones ya introducidas por otros reformadores. Sobre todo se quiso garantizar el lugar fundamental que debe ocupar la Liturgia en la vida cristiana, los monjes estaban convencidos de que así participaban en la liturgia del Cielo.
Los monjes cluniacenses se dedicaban con amor y gran cuidado a: la celebración de las Horas Litúrgicas, al Canto de los Salmos, a Procesiones tan devotas como solemnes, la celebración de la Santa Misa, incrementaron el culto de la Virgen María, promovieron la música sacra, quisieron que la arquitectura y el arte contribuyeran a la belleza y a la solemnidad de los ritos, enriquecieron el calendario litúrgico de celebraciones especiales, por ejemplo, al principio de noviembre, la Conmemoración de los fieles difuntos, pues se sentían responsables de interceder ante el altar de Dios por los vivos y los difuntos, dado que muchísimos fieles les pedían con insistencia que se les recordara en la oración.
Precisamente por este motivo había querido Guillermo I el Piadoso el nacimiento de la Abadía de Cluny. En el antiguo documento, que atestigua su fundación, leemos: «Establezco con este don que en Cluny sea construido un monasterio de regulares en honor de los santos apóstoles Pedro y Pablo, y que en él se recojan monjes que viven según la Regla de san Benito […] que allí se frecuente un venerable refugio de oración con votos y súplicas, y se busque y se implore con todo deseo e íntimo ardor la vida celeste, y se dirijan al Señor asiduamente oraciones, invocaciones y súplicas».

La Regla Cluniacense

Para custodiar y alimentar este clima de oración, la regla clunisienne o cluniacense acentuó la importancia del silencio, a cuya disciplina los monjes se sometían de buen grado, convencidos de que la pureza de las virtudes, a las que aspiraban, requería un íntimo y constante recogimiento. No sorprende que bien pronto, una fama de santidad envolviera el monasterio de Cluny, y que muchas otras comunidades monásticas decidieran seguir sus costumbres. Muchos príncipes y Papas pidieron a los abades de Cluny que difundieran su reforma, de modo que en poco tiempo se extendió una tupida red de monasterios ligados a Cluny, con una especie de afiliación carismática, un verdadero imperio monástico de prioratos autónomos pero sometidos al gobierno común del abad de Cluny. Se iba así dibujando una Europa del espíritu en las varias regiones de Francia, Italia, España, Alemania y Hungría. De este modo, hace mil años, cuando estaba en pleno desarrollo el proceso de formación de la identidad europea, la experiencia cluniacense, difundida en vastas regiones del continente europeo, ha aportado su contribución importante y preciosa.
Tras la gran expansión realizada en el siglo X, la Orden continuó desarrollándose durante el siglo XI y la primera mitad del siglo XII, ganando en organización al aplicar unos reglamentos muy precisos.

El éxito de Cluny

El éxito de Cluny fue asegurado ante todo por la elevada espiritualidad que allí se cultivaba, en contra posición por la relajación moral del clero secular y la baja estima del celibato, pero también por algunas otras condiciones que favorecieron su desarrollo. A diferencia de cuanto había sucedido hasta entonces, el monasterio de Cluny y las comunidades dependientes de él fueron reconocidas exentas de la jurisdicción de los obispos locales y sometidas directamente al Romano Pontífice, y gracias a su protección, los ideales de pureza y de fidelidad, de la reforma cluniacense pudieron difundirse rápidamente. Además, los abades eran elegidos sin injerencia alguna por parte de las autoridades civiles, a diferencia de lo que sucedía en otros lugares.
Los monasterios cluniacenses aportaron a la sociedad significativos beneficios: La caridad con los indigentes y los peregrinos necesitados; contribuyeron al desarrollo de la economía con el trabajo manual; no faltaron tampoco algunas típicas actividades culturales del monaquismo medieval, como las escuelaspara niños, la puesta en marcha de bibliotecas, los scriptoria para la transcripción de los libros.En una época fuertemente marcada por la violencia y por el espíritu de venganza, no menos importantes fueron otras dos instituciones, típicas de la civilización medieval, promovidas por Cluny: las llamadas «treguas de Dios» se aseguraban largos periodos de no beligerancia, con ocasión de determinadas fiestas religiosas y de algunos periodos de la semana y la «paz de Dios» se pedía, bajo pena de una censura canónica, el respeto de las personas inermes y de los lugares sagrados. Así educó a un espíritu de paz e inspiró y favoreció iniciativas e instituciones para la promoción de los valores humanos.
La primera mujer que entró como miembro de la orden, lo hizo entrado el siglo XI. En parte debido a la opulencia de la orden, las monjas cluniacenses no fueron consideradas especialmente rentables, lo que se reflejó en un aparente desinterés por fundar conventos cluniacenses para mujeres.
La orden benedictina fue clave en la estabilidad conseguida por la sociedad europea del siglo XI, y en parte debido a su estricta adhesión al código benedictino reformado, Cluny se convirtió en el monasterio ejemplarizante del estilo de vida monacal en Occidente desde finales del siglo X. Una sucesión de abades competentes fueron también figuras relevantes en el terreno internacional. El mismo monasterio de Cluny se convirtió en el mayor y más prestigioso monasterio, y en la institución monástica mejor preparada de Europa. La influencia de Cluny se extendió desde la segunda mitad del siglo X hasta principios del siglo XII. Cluny es, en el siglo XI, el instrumento más eficaz en la consecución de la paz y en la reforma gregoriana. En el siglo XII, cuenta con dos mil prioratos, algunos de ellos considerados como los más grandes monasterios de la época: La Charité-sur-Loire, Souviny, Saint-Martin-des-Champs, cercano a París. Si la mayoría de los monasterios pasan a ser simples prioratos, un reducido número de ellos, conserva, sin embargo, su rango de abadía, aceptando, no obstante, la disciplina común y la autoridad del abad de Cluny.
Acusada por su enriquecimiento y un poder temporal excesivo, la orden de Cluny pierde su influencia espiritual a finales del siglo XI y principios del siglo XII, cuando eclosionan nuevas órdenes inspiradas en un idealismo de pobreza y austeridad: Cister, Prémontrés, la Chartreuse. San Bernardo sostiene una áspera disputa con Pedro el Venerable defendiendo el ideal cisterciense frente a los ideales de Cluny, uno de los principales focos de la vida intelectual y artística de Occidente.
Cluny fue el origen de muchos teólogos, moralistas, poetas e historiadores.
La abadía de Cluny fue saqueada y destruida en su mayor parte por una turba de revolucionarios en 1790. Hoy, sólo una pequeña parte del conjunto arquitectónico original sobrevive.
Para leer sbre la construcción de Cluny pincha aquí