Imagino
a un compungido Conde Eusebi Güell a principios del siglo XX, ante el
fracaso de su negocio inmobiliario. Quién pudiera decirle que el jardín
que ideara para él el genial Antoni Gaudí, habría de convertirse en unas
décadas en el espacio público más significativo de Barcelona y
posteriormente, en 1984, en
Patrimonio de la Humanidad (aunque en aquél entonces hubiera habido que explicarle además qué habría de ser la UNESCO).
El
Parc Güell es el parque más sugestivo y emocionante que haya recorrido.
Abierto a espectaculares vistas de la ciudad y el mar, y al mismo
tiempo generando intimidad y sorpresa. Meticulosamente inspirado en la
geometría de la naturaleza, pero a su vez transmitiendo la imagen de
improvisación y espontaneidad, mediante el uso de materiales reciclados.
Místico, religioso, casi rústico e inspirado en la tradición catalana,
pero simultáneamente haciendo uso de técnicas constructivas de
vanguardia para su época. Una muestra de adaptación del proyecto a su
entorno urbano y topográfico, pero también el fino detalle en el que se
percibe el amor del artista y el artesano por su trabajo.

ANTECEDENTES
1900.
El empresario e ilustrado catalán Conde Eusebi Güell, influenciado por
las ideas del Higienismo inglés, decide crear una ciudad-jardín en las
afueras de Barcelona y adquiere dos lotes en la entonces llamada Montaña
Pelada (hoy llamado el Turó del Carmel). cabe destacar que en aquel
entonces la zona no tenía vegetación. Le pide a su amigo
Antoni Gaudí, el exponente más importante del
Modernismo en España
(también conocido como Art Noveau, no confundir con el movimiento
moderno) que le desarrolle el proyecto de un parque, en torno al cual
habrían de emplazarse 60 viviendas. Sin embargo, debido a la distancia
del centro de la ciudad el proyecto fracasa y sólo se venden tres
parcelas, una de ellas comprada por el propio Gaudí con sus ahorros.

Construido
entre 1900 y 1914, fue un jardín privado hasta 1918, en que los
herederos de Güell lo vendieron a la municipalidad de Barcelona, y en
1922 fue declarado parque público.
EL PARQUE
Tal
como subrayan Juan Bassegoda y Gustavo García en “La Cátedra de Gaudí”,
el Parc Güell es el exponente más conspicuo del periodo naturalista del
arquitecto catalán, entre 1815-1916, en que abandona la línea recta por
una variedad de formas curvas, observando las formas de la naturaleza y
descubriendo en ellas fines funcionales más que sólo estéticos.

Gaudí
plantea entonces un desarrollo empotrado en la montaña, sin utilizar
rellenos sino adaptándose al relieve del terreno, usando terrazas que
van ascendiendo a través de los 60 metros de pendiente, y ajustando la
forma de las vías a la topografía del lugar. Además promueve su masiva
forestación con especies mayormente nativas, ya que como dijimos el
lugar era carente de vegetación.
La
obra está llena de referentes regionales al Catalanismo,y también
religiosos, ya que fue concebida como un recorrido procesional coronad
por una capilla en la cima, la cual nunca se concluyó y en donde existe
en su lugar el monumento al calvario. De esta forma el parque representa
las 4 grandes pasiones de Gaudí: la arquitectura, la naturaleza,
Cataluña y la religión Católica.

La
entrada principal, una de las seis con las que cuenta el conjunto, se
encuentra en la parte baja de la colina, en la calle Olot, flanqueda por
dos pabellones que habrían de ser la vivienda del conserje y la
administración. Los edificios eran recubiertos de piedras mientras que
las cubiertas fueron recubiertas de cerámica.




Aquí
destaca la elaborada construcción de un elemento vertical, trabajado en
colores blanco y azul y cuya geometría evoca al tronco de una palmera,
culminando magistralmente en una cruz.


Entre
estos volúmenes se encuentra una reja de hierro forjado, y de aquí nace
una muralla de piedra, en la que encontramos las famosas inscripciones
hechas en fragmentos de cerámica con las palabras “Parc” y “Güell”.

Luego de ingresar, nos recibe una pequeña plaza, y a la manera de un
grand foyer, la sucede una solemne escalinata, en la que se ubican tres fuentes que representan tres regiones de Cataluña.

Aquí
se encuentra una alegoría a una serpiente saliendo de un disco en
llamas rodeado de agua, todo ello recubierto con retazos de cerámica o
tracadís.

Inmediatamente
después se ubica la famosa escultura de la salamandra, el elemento
emblemático del parque, y que para algunos es una referencia del Pitón
del templo de Apolo en Delfos.


Lamentablemente ésta fue objeto de vandalismo en el 2007.

Al
final de la escalinata hay una banca en forma de concha acústica, cuya
estudiada disposición le permite estar en sombra durante todo el año
excepto en invierno.
A los lados de la escalinata se ubica, a
manera de cueva, el Porche de los Carruajes, donde las columnas
recuerdan las patas de un elefante y en el otro lado se ubica la antigua
casa del conde Güell, un edificio que es hoy la escuela Baldiri Reixac.
¡Qué afortunados los alumnos que estudian allí!


Al
final de la escalinata se ubica una amplia sala hipóstila de 86 columas
de 6 m de alto y 1.2 m de diámetro, que fue originalmente pensada como
mercado de la urbanización. Los fustes estriados de las columnas
recuerdan a un templo clásico de orden dórico aunque las suaves
ondulaciones del techo, compuesto de pequeñas bóvedas, han sido
decoradas con trancadís blancos y con exquisitos rosetones multicolores.



La
cubierta de esta sala es una gran terraza de piso de gravilla, a través
del cual discurre el agua de lluvia canalizándose a través de las
columnas y que va a dar a un depósito subterráneo, usando luego el agua
para riego del parque. En el bode de la terraza se halla demarcado por
una larga banca serpenteante, recubierta por pedazos de cerámica
llamados trencadís. Se dice que a fin de obtener un diseño ergonómico y
funcional, hizo sentar a un trabajador obteniendo un molde de su
trasero, el cual fue repetido a lo largo de la banca.




La
cornisa que define el techo de la sala hipóstila es más diseñada con
líneas rectas, con metopas y triglifos, y presenta una serie de gárgolas
con figuras caninas que le dan pauta a este borde.


Pero
sin duda lo que más llamó mi atención fueron las caminerías definidas
por columnas inclinadas revestidas en piedra extraída del propio parque,
que se han clasificado en tres estilos: el inferior (Viaducto del
Museo) en gótico, el intermedio (Viaducto del Algarrobo) barroco y el
superior (Viaducto de las Jardineras) en románico. La expresión de la
arquitectura parece nacida de la roca, pero la forma avezada de las
estructuras denota un calculado estudio estructural.


El
más famoso de estos viaductos, llamado de la Bugadera por incluir una
imagen de una lavandera de piedra con el cesto en la cabeza, contiene ,
además de las mismas columnas una pared inclinada revestida de piedra.
Es como si fuéramos tablistas que estuviéramos atravesando una ola
petrificada. En un momento al doblar la esquina, el viaducto adquiere un
segundo nivel, y las columnas superiores parecen estar sometidas a una
torsión que les da una imágen lúdica.



El
llamado Camino del Rosario, llamado así por que las rocas que lo
conforman parecen cuentas de un rosario, fue erigido sobre una antigua
vía romana.
LA CASA GAUDÍ
Una
de las tres casas que se construyeron en la finca correspondieron a
Gaudí, donde vivió entre 1906 a 1925, antes de que se mudara a su taller
en la Sagrada Familia. La casa fue diseñada, sin embargo, por uno de
sus ayudantes, Francesc Berenguer, y fue construida a modo de muestra
para la urbanización entre 1903-04. Actualmente la casa alberga el
Museo de Gaudí, en el que se muestran varios ejemplos de mobiliario
diseñado por el maestro.