Los mocárabes como elementos decorativos constituyen una forma tridimensional que partiendo del arte del ladrillo fue autodefiniéndose, según se iba aplicando en piedra y desarrollándose madera o yeso. Su evolución debió darse como un conjunto de innovaciones simultaneas y probablemente sin conexión entre ellas, al menos hasta el período selyùcida en que generaliza su uso.
Formas como la "serreta" y la "moldura de arquillos" de las construcciones bizantinas y sasánidas podrían haber inspirados a los constructores y alfareros de Samarra, que deseosos de encontrar elementos para la seriación, fabricaron muy pronto, todavía en el siglo IX, piezas cerámicas, curvadas y cóncavas, capaces de componer pequeñas bóvedas y cornisas. Así, los aleros y balcones de los alminares, que se alternaban con aparejos en zig-zag, y que se habían resueltos con molduras de arquillos y otras formas de las artes del aparejo del ladrillo, tomaron definitivamente esta decoración para enfatizar sus modestos vuelos. Otras tantas razones de la industrial artesanal, encontrarían los constructores selyùcidas del siglo XI para que esta minuciosa decoración acudiera a la construcción y ornato de las trompas y pechinas.
Las trompas persas y las pechinas bizantinas habían resuelto bien el problema mecánico de la transición de la planta cuadrada a la forma octogonal o circular de los cimborrios y arranque de las bóvedas. Construidas en ladrillo y levantadas ya para el Islam, en las formas heredadas, vemos las espléndidas pechinas de la Gran mezquita de Damasco. No obstante, los constructores musulmanes encontraron, en estos rincones, una ocasión tentadora para innovar, llevando a dichos elementos la decoración de mocárabes. De esta manera, aleros, trompas y pechinas, se labraron y construyeron, en piedra y en ladrillo, sin pérdida de su función estructural.
Las pechinas que resuelven los rincones del espacio cuadrado en los que se cruzan las calles del Bazar de Alepo, quedando estos espacios a cielo abierto, sin cubrir por bóveda, nos muestran como el espacio cuadrado se transforma en u polígono de dieciséis lados, mediante pechinas de mocárabes que bien podrían haberse resuelto con un conjunto de molduras de arquillos superpuestas. Aquí, en los rincones del citado mercado, la opción decorativa que no debió nunca esperar la construcción de la bóveda, mantiene todo el valor estructural de la pechina.
Resuelta en piedra la construcción de trompas y pechinas, era fácil que esta forma de mocárabes, todavía estructural y decorativa, invadiera, primero las bóvedas de los nichos e iwanes de madrasas y caravansares, donde ya hemos visto que se habían generalizado, y que más tarde, se lanzara sobre el espacio, como superación de una invitación provocadora, a componer y resolver la bóveda en general. Es posible que la solución de la cubrición de los iwanes de Isfahán, que en sus formas y pliegues resuelven vuelos de sombrillas, mediante bóvedas de nervaduras de arcos ojivales y plementería tabicada, se inspiraran en las trazas y cortes más elementales de los mocárabes.
Al pasar a la madera, donde el material permitía mayor carga artesanal, se desarrolló una amplia industrialización basada en la precisión en el corte, ajuste y asociación de piezas elementales y seriables. El conjunto "piña" compuesta por esta serie de piezas elementales permitía vaciarse en yeso, incluso formas en descuelgue o estalastíticas. Esta labor y material vino a reducir su característica mecánica o a potenciar definitivamente su función decorativa y de forro.
Sin entrar en mayores e innecesarias indagaciones, los alminares más antiguos, labrados en piedra, datan del ultimo tercio del siglo X, y entre los edificios más notables de este período que aún lucen espléndidos mocárabes en su alminar, encontramos la Mezquita de Al-Azhar del Cairo y la Mezquita de ibn Tulún en la misma ciudad. Construidos en ladrillo, son dignos de reseñar los que adornan los balcones del alminar de la Mezquita Kalyán en Bujara. En cerámica vidriada son preciosos los que lucen los alminares de la Aljama de Yawhar Sad, en Irán. El Palacio de los Leones de La Alhambra de Granada, constituye por sí sólo un autentico museo de esta decoración en yeso. Materiales tomados de ...
Formas como la "serreta" y la "moldura de arquillos" de las construcciones bizantinas y sasánidas podrían haber inspirados a los constructores y alfareros de Samarra, que deseosos de encontrar elementos para la seriación, fabricaron muy pronto, todavía en el siglo IX, piezas cerámicas, curvadas y cóncavas, capaces de componer pequeñas bóvedas y cornisas. Así, los aleros y balcones de los alminares, que se alternaban con aparejos en zig-zag, y que se habían resueltos con molduras de arquillos y otras formas de las artes del aparejo del ladrillo, tomaron definitivamente esta decoración para enfatizar sus modestos vuelos. Otras tantas razones de la industrial artesanal, encontrarían los constructores selyùcidas del siglo XI para que esta minuciosa decoración acudiera a la construcción y ornato de las trompas y pechinas.
Las trompas persas y las pechinas bizantinas habían resuelto bien el problema mecánico de la transición de la planta cuadrada a la forma octogonal o circular de los cimborrios y arranque de las bóvedas. Construidas en ladrillo y levantadas ya para el Islam, en las formas heredadas, vemos las espléndidas pechinas de la Gran mezquita de Damasco. No obstante, los constructores musulmanes encontraron, en estos rincones, una ocasión tentadora para innovar, llevando a dichos elementos la decoración de mocárabes. De esta manera, aleros, trompas y pechinas, se labraron y construyeron, en piedra y en ladrillo, sin pérdida de su función estructural.
Las pechinas que resuelven los rincones del espacio cuadrado en los que se cruzan las calles del Bazar de Alepo, quedando estos espacios a cielo abierto, sin cubrir por bóveda, nos muestran como el espacio cuadrado se transforma en u polígono de dieciséis lados, mediante pechinas de mocárabes que bien podrían haberse resuelto con un conjunto de molduras de arquillos superpuestas. Aquí, en los rincones del citado mercado, la opción decorativa que no debió nunca esperar la construcción de la bóveda, mantiene todo el valor estructural de la pechina.
Resuelta en piedra la construcción de trompas y pechinas, era fácil que esta forma de mocárabes, todavía estructural y decorativa, invadiera, primero las bóvedas de los nichos e iwanes de madrasas y caravansares, donde ya hemos visto que se habían generalizado, y que más tarde, se lanzara sobre el espacio, como superación de una invitación provocadora, a componer y resolver la bóveda en general. Es posible que la solución de la cubrición de los iwanes de Isfahán, que en sus formas y pliegues resuelven vuelos de sombrillas, mediante bóvedas de nervaduras de arcos ojivales y plementería tabicada, se inspiraran en las trazas y cortes más elementales de los mocárabes.
Al pasar a la madera, donde el material permitía mayor carga artesanal, se desarrolló una amplia industrialización basada en la precisión en el corte, ajuste y asociación de piezas elementales y seriables. El conjunto "piña" compuesta por esta serie de piezas elementales permitía vaciarse en yeso, incluso formas en descuelgue o estalastíticas. Esta labor y material vino a reducir su característica mecánica o a potenciar definitivamente su función decorativa y de forro.
Sin entrar en mayores e innecesarias indagaciones, los alminares más antiguos, labrados en piedra, datan del ultimo tercio del siglo X, y entre los edificios más notables de este período que aún lucen espléndidos mocárabes en su alminar, encontramos la Mezquita de Al-Azhar del Cairo y la Mezquita de ibn Tulún en la misma ciudad. Construidos en ladrillo, son dignos de reseñar los que adornan los balcones del alminar de la Mezquita Kalyán en Bujara. En cerámica vidriada son preciosos los que lucen los alminares de la Aljama de Yawhar Sad, en Irán. El Palacio de los Leones de La Alhambra de Granada, constituye por sí sólo un autentico museo de esta decoración en yeso. Materiales tomados de ...
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